En Niemandsland [Tierra de nadie], Alán Carrasco se centra en el estudio de tres espacios naturales que quedaron encerrados dentro de algunas de las fronteras más duras erigidas en el siglo XX. Se trata de la Zona desmilitarizada de Corea, el Grünes Band alemán y los enclaves de influencia guerrillera en Colombia, respectivamente. 

La DMZ o Zona desmilitarizada de Corea es una franja de seguridad que protege el límite territorial acordado en la tregua de 1953 entre la República Popular Democrática de Corea y la República de Corea. Mide 4 kilómetros de ancho y tiene 238 km de longitud. El año de producción de esta pieza, además, se cumplen 70 años del establecimiento de esta frontera dura y no transitable, hecho que ha permitido la proliferación de ecosistemas propios de la región que durante siete décadas no se han visto afectados por la presencia humana. 

Por su lado, el Grünes Band Deutschland hace referencia a la porción de tierra fronteriza no transitable de aproximadamente 1.400 kilómetros de longitud y unos 200 metros de ancho que, hasta 1990, separaba ambas entidades alemanas. A principios de la década de 1980 los biólogos descubrieron que esta zona era refugio para varias especies animales y vegetales que habían desaparecido de la mayor parte de Europa Central debido a la acción antrópica.

Por su parte, los enclaves de influencia guerrillera son las zonas de Colombia sobre las que existían un acceso gubernamental muy limitado y que en los años de mayor presencia guerrillera, y solo por parte de las FARC, suponían más del 20% de los predios municipales de toda la República. Tras los Acuerdos de Paz de 2017 se han producido diversas expediciones científicas que han descubierto hasta 89 nuevas especies botánicas y zoológicas que han sido nombradas, precisamente, como “Especies de la Paz”.

El artista propone la preservación simbólica de estos tres paisajes topográficos de conflicto –todos ellos establecidos y afianzados entre las décadas de 1950 y 1960–, en sendas cajas de Ward. En esta ocasión, las cajas no transportan plantas vivas, sino las propias topografías de los tres contextos enmarcadas con maderas macizas de caoba, roble y pino respectivamente, tres maderas procedentes de las mismas geografías que representan. 

El proyecto de Carrasco ahonda en una paradoja que nos permite plantear una honda reflexión: las fronteras duras generadas por los conflictos –a pesar de su crudeza y su arbitrariedad contra los humanos–, han servido para la preservación no intencional de tres espacios naturales únicos, en tres latitudes diferentes. Las fronteras militarizadas se han convertido en unas particulares Cajas de Ward a escala monumental, capaces de preservar paisajes y ecosistemas que fuera de ellas, el ser humano destruye sin compasión.

© Simon Veres

Visto en
Bordering Plants
Akademie der bildenden Künste Wien
2023
Viena, AT