Entre el 8 y el 23 de marzo de 1937 tuvo lugar la Batalla de Guadalajara, un enfrentamiento en el contexto de la ofensiva franquista por el intento de capturar la ciudad de Madrid. En ella participó el Corpo Truppe Volontarie italiano enviado por Mussolini. Aunque inicialmente el ataque hizo retroceder posiciones al Ejército Popular Republicano, finalizó con una contraofensiva asistida por las Brigadas Internacionales que llevaría finalmente a la retirada de los italianos.
La conocida como «primera gran derrota del fascismo» supondría una gran humillación para Mussolini, que perdió hasta 4.000 hombres en la ofensiva, además de casi todo el material bélico, que fue abandonado en el campo de batalla. Además, el Estado Mayor franquista prohibió a los italianos tomar iniciativa bélica y subordinó a sus tropas al mando de Franco, y a la Regia Aeronautica a las órdenes de la Legión Cóndor alemana. Mussolini, en un intento de borrar el ridículo de sus voluntarios, ansiaba una gran victoria fascista, por lo que redobló esfuerzo en la Guerra civil española.
El 17 de junio el propio Mussolini publicaba en Il Popolo d’Italia un texto titulado «Guadalajara» que terminaba así: «No es posible decir dónde, cuándo y cómo. Pero una cosa es cierta; cierta como dogma de fe, de nuestra fe: también los muertos de Guadalajara serán vengados». Coincidiendo con el primer aniversario de la Batalla de Guadalajara, los días 16, 17 y 18 de marzo de 1938 la Aviación Legionaria italiana, a partir de una orden directa de Mussolini, lanzó una ofensiva aérea contra la población civil de Barcelona desde sus tres bases en Mallorca, causando entre 880 y 1.300 muertos y entre 1.500 y 2.000 heridos entre la población.
En el diario personal del conde Galeazzo Ciano, ministro de asuntos exteriores y yerno del Duce se puede leer: «La verdad sobre los bombardeos de Barcelona es que Mussolini se los ha ordenado a Valle en la Cámara, pocos minutos antes de pronunciar el discurso sobre Austria. Franco no sabía nada y ha pedido suspenderlos, pues crean complicaciones con el extranjero. Mussolini piensa que abaten muy eficazmente la moral de los rojos, mientras las tropas avanzan en Aragón».
Así, el díptico El discreto encanto de la burocracia muestra, a modo de espacio de tiempo detenido, sendos telegramas que dan inicio y ponen fin respectivamente al bombardeo sobre Barcelona. Éstos refuerzan la paradoja administrativa que también acompaña a un conflicto bélico: la guerra también se administra como si se tratase de una oficina y, su cadencia burocrática, aparentemente aséptica, contrasta con sus terribles consecuencias. Finalmente, sobre el acrílico que enmarca y protege las reproducciones de los documentos, se despliega una textura que recompone en su totalidad el mapa de los bombradeos sobre la Ciudad Condal.